lunes, 1 de marzo de 2010


Hace un año y medio llegaba a San Francisco sin la esperanza de pasarlo tan bien como el año anterior. Mi viaje a Nueva York había supuesto muchas cosas, pero además importantes. En este caso las expectativas eran demasiado altas, y aunque tenía la esperanza de pasarlo igual o mejor, por aquel entonces creía en los ciclos de felicidad, y se suponía que después de uno fantástico, no podría venir uno mejor, incluso todo lo contrario. El día que conocí a Natalia tenía la sensación de haber llegado a la ciudad más sosa y aburrida del mundo, luego comprendería que los ritmos distintos conllevan sensaciones distintas, pero os puedo garantizar que no menos agradables. El día que la conocí, junto con su amigo, el memorable descubridor (y mejor persona), sentada en las escaleras de nuestra residencia no tuve ninguna sensación en especial, esa ciudad me había aburrido el alma.
No sólo la ciudad cambió, sino que todo de repente fue cobrando un sentido especial y a medida que pasaron los días, de repente, San Francisco en particular, y California en general se convirtieron en el escenario de algunos de los mejores días de mi vida. Cambió mi concepción de la ciudad, y lo que yo descubrí en aquella persona nunca me dejaría de fascinar. Esta mañana me decía Natalia que necesito descubrir a alguien extraordinario y aunque le tomo la palabra, creo que ya lo descubrí.

FELIZ CUMPLEAÑOS